Entrevista a Efraín Jaramillo Jaramillo, Director del Colectivo de Trabajo Jenzera
Juicio a siete indígenas de las FARC por la muerte de dos guardias indígenas. Foto: Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO
Por: Jorge Luis Villada López
Periodista y sociólogo
Efraín Jaramillo Jaramillo es antropólogo y director del Colectivo de Trabajo Jenzera. Acompañó durante varios años los procesos organizativos del Consejo Regional Indígena del Cauca, por la época en que se presentaban las contiendas de los indígenas con las FARC, a las cuales se refiere en esta entrevista. Es un estudioso de la cuestión indígena, que ha seguido de cerca el acontecer político de las organizaciones sociales de los pueblos indígenas. A pesar de que ofrece puntos de vista polémicos que irrita a parte de la dirigencia indígena, no se puede soslayar que tiene suficientes credenciales para hablar con propiedad de este y otros temas relacionados con la problemática de los pueblos étnico-territoriales.
Jorge Luis Villada López (JLVL): Efraín, ¿cuál es la lectura que haces sobre lo que sucede en el Cauca a raíz de la muerte de dos guardias indígenas a manos de las FARC?
Efraín Jaramillo Jaramillo (EJJ): Hace un par de años escribí un texto[1] sobre la necesidad de mantener viva la memoria de las luchas que han dado los indígenas. Aun más, que había que reinterpretar el pasado si se quería actuar hoy con coherencia política, pues era necesario mirar las luchas que en el pasado habían dado los indígenas para defender su derecho a organizarse autónomamente y oponerse al autoritarismo de las FARC, que habían instituido en el Cauca un espacio político unipolar, que exigía que todo girara alrededor de su proyecto político. La finalidad: disolver las diferencias, conduciendo a una masificación de la sociedad, una característica que comparten todos los sistemas totalitarios. Ese texto es hoy tan actual como ayer. En el se decía que mantener viva esa memoria se constituía en un deber para la sobrevivencia de un pueblo, por aquello de que el olvido es “el triunfo definitivo del enemigo” y “una injusticia absoluta.”[2] Con esto se quería decir que había que mantener fresca la memoria para entender que lo que ahora sucede en el Cauca se gestó hace mucho tiempo y que eran los coletazos de los enfrentamientos entre dos proyectos políticos divergentes, el del partido comunista (PC), representado hoy por las FARC y el proyecto político propio de los indígenas que surge en el Cauca en 1971 con la fundación del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), una organización que se nutre de la rebeldía y levantamiento del líder Manuel Quintín Lame dos décadas atrás. Ese proyecto indígena cobra vigor en febrero de 1985, cuando en el resguardo de Vitoncó, los cabildos indígenas (45 en ese entonces), resuelven unificar sus fuerzas y voluntades para defenderse de todos los intentos de menoscabar su autonomía. Y esa autonomía era vulnerada por las FARC. Son dos proyectos contrapuestos, siguen enfrentados y definitivamente no pueden convivir. Pero déjame primero que todo expresar que a los colombianos nos alegra sobremanera y nos enorgullece, que los indígenas del Cauca saquen la cara por aquellos pueblos indígenas de Colombia que no tienen la capacidad para oponerse a estos proyectos políticos autoritarios y plagados de arbitrariedades contra las comunidades indígenas. Y deploramos la muerte de estos dos guardias indígenas que se han convertido en un referente de dignidad para todos los colombianos, hasta el punto de ofrendar sus vidas por mantener viva la autonomía de su proyecto organizativo.
JLVL: Comparto contigo ese orgullo. Pero también en aras de entender lo que pasa en el Cauca me pregunto: ¿Si se trata de dos proyectos diferentes, cómo se entiende entonces que sean indígenas los que mataron a los dos guardias?
EJJ: Es que el proyecto de las FARC está arraigado en las comunidades con una ideología propia y allí ha venido ampliando su base social. Y esto viene sucediendo, como te decía, desde hace muchos años. Ante el avance que tuvo el proyecto indígena con las exitosas luchas en la recuperación de las tierras y que últimamente se manifestó de forma singular con sus marchas contra el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez, decayó el significado que alguna vez tuvo en los indígenas el proyecto “fariano”. Ahora lo que están haciendo las FARC es recuperar el terreno perdido. Y lo hacen con todos los medios que tienen a su alcance. Creando por un lado organizaciones paralelas a los cabildos como el “Movimiento Sin Tierra Nietos de Quintín Lame” y las Asociaciones Indígenas “Lorenzo Ramos” y “Avelino Ul”, que comienzan a ser muy activas en la recuperación de tierras en la zona plana del Norte del Cauca y en el proyecto de Liberación de la Madre Tierra. Pero también utilizando la fuerza para someter a los inconformes. Bueno, ya se conoce de sobra lo que significa la combinación de todos las formas de lucha para derrotar al enemigo. En esto no hay nada nuevo bajo el sol.
JLVL: Pero por favor los indígenas no son el enemigo…
EJJ: Así es… además que matar indígenas no trae ningún costo al Estado… Pero déjame decirte algo. Antes los enfrentamientos entre estos dos proyectos eran más cruentos. Después de muchos choques entre el Movimiento Armado Quintín Lame y las FARC en los años 80, que causaron más de un centenar de muertos (muchos de ellos comuneros “ajusticiados” por oponerse al reclutamiento o simpatizar con el Quintín Lame), se llegó a un acuerdo de no agresión. Desafortunadamente ese acuerdo duerme el sueño de los justos, pues fueron suscritos por Jacobo Arenas, Manuel Marulanda y Alfonso Cano, que ya no viven.
JLVL: ¿De haberse mantenido los acuerdos, hubiera habido convivencia entre estos dos proyectos?
EJJ: La percepción que tengo es que son dos proyectos que se excluyen mutuamente. Y así se hubieran mantenido los acuerdos, las FARC no iban a abandonar el territorio indígena y tampoco iban a cambiar su talante autoritario en el ejercicio del poder, pues ellas no comparten una idea de democracia más acorde con los nuevos tiempos que vivimos, donde la entendemos como el espacio polémico de la política, donde se ejerce la libertad de la palabra y de la opinión, sobre todo algo que tiene amplia aceptación, y es que las comunidades indígenas tienen un derecho intrínseco de naturaleza histórica para decidir autónomamente las formas de organizarse. Solo mentes autoritarias e ideologizadas consideran estas expresiones de autonomía y soberanía popular como intentos de dividir a los pueblos, pues en su imaginario ideológico no existe el alto valor social y ético que tiene la diversidad cultural y política para la construcción de una sociedad más justa y democrática.
JLVL: Pero podría también argumentarse que la lucha por un sistema democrático, donde la igualdad, la justicia social sean los fundamentos de una nueva sociedad, requiere de una fuerza política que unifique las luchas por esa pluralidad de derechos.
EJJ: No existe ninguna duda de que hay intereses comunes que exigen que todos los sectores sociales ‘populares’ se organicen, se encuentren y actúen concertadamente. Y creo que las organizaciones indígenas se equivocarían si se aferran a planteamientos políticos fundados en esencialismos étnicos. Y tampoco avanzarían, pues ello invariablemente conduce al aislamiento. Aún más, al suicidio político, pues una política de identidad asentada en esencialismos, conduce a un desconocimiento de los fundamentos socioeconómicos del sistema de dominación que generan las desigualdades sociales nacionales, dentro de ellas las étnicas, albergando la esperanza, de que cada cual luchando por separado, puede encontrar soluciones a sus problemas, como si estos fueran irreductibles. Por el contrario, las organizaciones sociales han entendido y convenido que sus movimientos sociales necesitan converger. Lo que rechazan es que una fuerza imponga un proyecto político, y menos que se imponga con la fuerza de las armas. Y ese es el punto. Lo que más indigna a los pueblos indígenas del Cauca es que se siga reclutando contra su voluntad a sus jóvenes para participar de ese proyecto político que no es el suyo.
Y ese es el drama que están viviendo los indígenas internamente: indígenas con bastones de mando ejerciendo la autoridad que le dan los cabildos, enfrentando a indígenas con armamento moderno, que obedecen ordenes de un proyecto político que es ajeno a sus pueblos y que es ejercido en tierra ajena, situaciones a las cuales los indígenas caucanos han respondido con vehemencia. Recuerde usted no más que estos mismos bastones de mando también se levantaron hace un par de años contra la base militar que levantó el ejército en territorio indígena.
En cuanto a los enfrentamientos con las FARC, estos dos guardias son los últimos de una larga lista de líderes indígenas asesinados por oponerse a que los comuneros de los resguardos participen de este proyecto político-militar de las FARC.
JLVL: ¿Puedes dar algunos nombres?
EJJ: Podría dar muchos. Los nueve indígenas que fueron asesinados por armarse para defenderse de los ‘pájaros’ a sueldo de los terratenientes, o de Ramón Julicue, un líder indígena del resguardo de San Francisco. Pero quisiera en especial recordar a dos porque fueron mis amigos y los aprecié mucho: Cristóbal Secue, uno de los líderes históricos más importantes que ha tenido el movimiento indígena caucano. Y el comunicador de la ACIN, Rodolfo Maya Aricape, al cual le hemos agradecido su participación en los encuentros interétnicos, que para la época se realizaban en López Adentro, su resguardo.
JLVL: Efraín, cambiando de tema, hace un poco más de dos años en una entrevista que diste para el periódico ‘Desde Abajo’, afirmabas que: “…en la historia real, la modernidad capitalista les ha jugado una mala pasada a las organizaciones indígenas con una nueva dirigencia, la cual al moverse en ambientes genéricos, lejos de sus pueblos, terminan borrando de sus mentes la dimensión real de sus comunidades y alejándose espiritualmente de ellas. Esto conduce a que entiendan cada vez menos los problemas de sus pueblos y no le presten atención a sus apremios más inmediatos…”. ¿Ha cambiado algo de esto?, o, dicho de otra manera, ¿es el liderazgo actual más idóneo para hacerle frente a los problemas que tienen sus pueblos?
EJJ: Si, es un cambio abrupto de tema y algún día lo continuaremos… La historia nos ha enseñado que un buen líder es aquel que se adelanta a su tiempo, que asume grandes retos y tiene grandes expectativas para sus pueblos. Tiene sobre todo la capacidad para guiar con competencia a su gente y ayudarla a superar situaciones en momentos difíciles. Si esto es cierto y la historia no nos ha engañado, entonces se puede decir que con excepción de las acciones de los indígenas del Cauca, que se han parado en la raya y rechazan con firmeza los intentos de vulnerar su autonomía, todo continua igual y no hay nada nuevo bajo el sol.
JLVL: Pero entonces, si nada ha cambiado, ¿de dónde sale esa fuerza y capacidad de movilización que han demostrado en los últimos años?
EJJ: Algo que llama la atención y que puede ayudar a explicar esa fortaleza es la apología que han hecho de sus formas ancestrales de organización comunitaria y de la democracia directa, como observamos en el juzgamiento de los milicianos indígenas de las FARC, que son actos de autoafirmación. Y esto cuenta a la hora de las movilizaciones, así esa reanimación de universos culturales del pasado tenga aspectos problemáticos, porque le dan la espalda a conquistas de la humanidad y sataniza la modernidad. Como decía Unamuno, “tropezamos con el pasado al avanzar”. Pero bueno, esto es retórica indigenista de algunos líderes que arman discursos alucinados que glorifican el pasado como respuesta a la globalización y otros fantasmas. Creo que esta alucinación es pasajera y no aguanta los deseos de avanzar de las comunidades. Lo importante de destacar es que ese reencuentro con el pasado es una acto de resistencia que ha vivificado sus luchas de descolonización y eso vale mucho…
JLVL: ¿Qué tan difícil es el momento actual para los pueblos indígenas que el liderazgo actual no esté respondiendo como es debido?
EJJ: Hace poco estuve en el Vichada recogiendo para COHDES y OXFAM información sobre el despojo de tierras que sufren los pueblos indígenas de la región por antiguos y nuevos finqueros, entre ellos testaferros de empresas agroindustriales. Fue deplorable escuchar a líderes sikuani como Hernando Sánchez, Juan Mendoza, Manuel Yabarán y otros, que conocí hace 25 años, hablar de la debilidad que tienen actualmente sus organizaciones para defender los derechos frente a aquellos fuertes intereses económicos de actores externos que vienen por sus territorios y recursos. Peor aún, que sus organizaciones no pueden mantenerse al margen de procesos económicos y políticos que coartan sus decisiones, principalmente las que tienen que ver con la posesión, uso, manejo y control de sus territorios y bienes ambientales.
JLVL: Pero esto es entendible, pues en las actuales circunstancias de violencia, muchas organizaciones son arrolladas por actores armados que han sido la cabeza de playa para allanarle el camino a los megaproyectos agroindustriales y minero-energéticos…
EJJ: Si, eso es cierto. Pero uno espera siempre, como ha sucedido muchas veces en la historia, que es precisamente en los tiempos difíciles cuando surgen los líderes genuinos, imaginativos pero a la vez pragmáticos, perseverantes y responsables; que son sensatos pero también intrépidos, cuando se trata de aprovechar momentos propicios para avanzar en las reivindicaciones de sus pueblos. Pero infortunadamente lo que uno encuentra a menudo son liderazgos desbordados por apetitos individuales o que ha sido cooptado por intereses económicos que vulneran los derechos de sus comunidades. Lo paradójico es que ese liderazgo de forma populista critica al capitalismo y adorna sus discursos con el glorificado paradigma del Sumak Kawsay o ‘buen vivir’, pero sin renunciar a las comodidades que ofrece la tecnología occidental.
JLVL: ¿Qué otra debilidad o situación difícil viven en este momento las organizaciones indígenas?
EJJ: Creo que una señal de debilitamiento de las organizaciones indígenas es el crecimiento inusitado de los grupos cristianos y sectas religiosas en sus territorios. Esa ha sido una fuente del conservadurismo que impide la renovación de los liderazgos y desvía la atención de los reales problemas de las comunidades. Esos grupos tienen una visión diferente sobre lo que es la autonomía organizativa y el significado del territorio para la vida de un pueblo indígena; por lo general repudian aspectos culturales propios y son remisos a aceptar los mandatos de las organizaciones de una educación propia. No es gratuito que la disidencia indígena surgida en el Cauca, tenga que ver con estas organizaciones religiosas y menos infundado que el gobierno de Uribe Vélez haya apoyado la creación de la organización disidente, la Organización de los Pueblos Indígenas del Cauca (OPIC).
Al respecto le cuento algo anecdótico. Hace un par de meses se celebró en el municipio de Planadas, concretamente en el corregimiento de Gaitania, los veinte años del acuerdo entre los indígenas y las FARC, que puso fin a las hostilidades armadas que habían causado numerosas víctimas, un acuerdo que se mantenía vigente. Pues bien, las autoridades indígenas celebraron este acontecimiento con actos litúrgicos propios de los evangélicos y mencionaron lo valioso que había sido este acuerdo para la paz y prosperidad de la región; no obstante el encuentro fue utilizado para concentrar todas las comunidades cristianas de la región, con el fin de seguir impulsando su proyecto religioso, pasando a segundo plano la importancia de la conmemoración del acuerdo. Se había perdido la memoria, y el gobernador indígena anfitrión, un pastor evangélico no supo darles a los periodistas una razón plausible de la importancia del acontecimiento que estaban celebrando, pues cobraba gran importancia ahora que se desarrollan las conversaciones de paz en la Habana. Lo preocupante es que estas sectas han venido adquiriendo mucho poder en algunos resguardos; desafortunadamente esa fortaleza se nutre de la ausencia de un autentico liderazgo, pero también del deficiente manejo que le dan a los recursos que reciben del Estado.
JLVL: Precisamente la líder de la OPIC, Ana Cilia Secue, se quejaba de eso, pero afirmaba además que han hecho “rancho aparte” también por las imposiciones del CRIC, que los conmina a marchar contra el Estado…, o sea que practican el mismo estilo autoritario que le critican a las FARC.
EJJ: Puede haber algo de eso y como en todos los movimientos populares ha habido momentos de sectarismo a su interior. Pero no creo que en este caso sea esa la razón para la disidencia. Hay seguramente más intereses detrás de esto, pues estas iglesias tienen también su proyecto. Como tampoco creo que esa hubiera sido la razón para que salieran a la luz pública los antes mencionados Movimiento Sin Tierra Nietos de Quintín Lame” y las Asociaciones Indígenas “Lorenzo Ramos” y “Avelino Ul”, que reivindican nombres de líderes históricos de las luchas indígenas.
JLVL: ¿Qué se vislumbra de nuevo bajo el sol que sea positivo para el desarrollo político de las organizaciones indígenas?
EJJ: Desde una perspectiva social y política, abordar la problemática de muchas zonas indígenas nos vincula directamente con la violencia, las masacres y el desplazamiento. Recuerde usted las masacres del Naya, de los Awa en Nariño y tantas otras… de comunidades negras y campesinas. Esta situación nos remite a la necesidad de crear nuevos espacios de solidaridad, primero entre los indígenas y sus organizaciones, para después buscar alianzas con otros pobladores negros y campesinos de estas zonas. Piense en lo que puede significar el desarrollo de territorialidades colectivas de los campesinos y la alianza que puede haber con las otras figuras de propiedad agraria colectiva, los resguardos indígenas y los territorios colectivos de las comunidades negras. Esta lucha por las llamadas reservas campesinas marca en el momento un hito importante en la lucha campesina por la tierra, pues ya no se trataría de exigir distribución de la tierra, en el marco de una reforma agraria que tendría un halo reformista, por cuanto no cuestiona la lógica del capital. Se trataría, por el contrario, de buscar el reconocimiento de territorios campesinos, que como propiedad colectiva, quedarían al margen del mercado capitalista. Estos acercamientos en busca de una alianza, aunque están en ciernes, se encuentran actualmente en marcha con los esfuerzos de algunas organizaciones indígenas, para mi concepto pocas, por coordinar sus movilizaciones y fortalecerse mutuamente, pues afortunadamente se han percatado que se achica el tiempo que les queda para evitar su extinción definitiva. Ojalá el sol alumbre por ahí…
JLVL: Una última cuestión, ¿será que en los nuevos decretos autonómicos para los pueblos indígenas estará la solución para que muchos pueblos indígenas se sacudan de la tutela de los alcaldes en el manejo y administración de los recursos propios del Sistema General de Participación?
El presidente Juan Manuel Santos, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo y líderes indígenas durante la firma del decreto autonómico para los pueblos indígenas. Foto: Felipe Ariza
EJJ: Seguramente que a muchos alcaldes se les acabará esa “caja menor”, pero no estoy seguro que eso va a ser la solución para conquistar esa tan anhelada autonomía. Ese “mayor reconocimiento” del Estado hacia sus pueblos indígenas que según el ministros del Interior los colocará en la senda del progreso, puede también ser un medio para desestructurar más sus organizaciones. Permítame dudar del espíritu altruista que origina esa ley, pues ya que si manejan sin ninguna participación del Estado los recursos de salud y educación, el Estado se libra de sus obligaciones para con sus pueblos indígenas y de ahí en adelante serán las autoridades indígenas las directamente responsables de lo que suceda en sus comunidades, y en organizaciones débiles puede ser una nueva fuente de conflictos y tensiones. Lo fundamental, el Estado con este acto de benevolencia, puede estar dilatando el cumplimiento de la orden de la Corte Constitucional de salvaguardar los derechos de los pueblos indígenas en peligro de extinción. Los líderes indígenas están felices con el decreto y manifiestan que se está dando un giro radical en las relaciones de subordinación que han tenido con el Estado, lo que les permitiría el transito hacia la plena autonomía. Pero bueno, yo no soy nadie para opinar sobre eso. Por el momento celebremos con los indígenas estos logros. El tiempo nos ilustrará y como dice el dicho, el que festeja de último disfruta más la fiesta. Ojalá sean los indígenas los últimos en festejar.
JLVL: Celebraría que pronto hubieran cosas nuevas bajo el sol. Gracias por esta entrevista.
[1] El texto en mención se titula: “El Cauca y el resarcimiento de la memoria” , en: http://servindi.org/actualidad/68957#more-68957.
[2] Consideraciones del rumano Elie Wiesel, que como niño judío vivió los horrores del exterminio Nazi en ‘Buchenwald’ (ver: El Cauca y el resarcimiento…)