Los pobres en todo el mundo terminan pareciéndose. Igual cosa sucede con los despotismos.

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Ayer, leyendo una síntesis de noticias sobre los desalojos masivos de familias colombianas de Venezuela, varios periodistas mencionaban que entre los desalojados se encontraban también familias pobres venezolanas y/o venezolana(o)s casada(o)s con colombiano(a)s, que no pudieron, en el momento de las redadas de la Guardia Nacional Bolivariana, mostrar papeles que los acreditaran como ciudadanos venezolanos. Mauricio García Villegas, recuerda en este contexto un pasaje del Mundo de ayer del escritor judío austriaco, Stefan Zweig, que a continuación reproduzco:

Cuenta Stefan Zweig que cuando fue al frente de batalla en 1915, durante la primera guerra mundial, se encontró con un grupo de prisioneros rusos custodiados por soldados austríacos que se comportaban como camaradas, a pesar de ser enemigos. Dice Zweig:

“Tuve entonces la convicción, de que aquellos hombres simples tenían de la guerra un sentimiento mucho más justo que nuestros políticos, intelectuales y poetas: sabían que la guerra era una desgracia que se había abalanzado contra ellos y ante la cual no podían hacer nada y que todos los que habían caído en esa desgracia eran como hermanos.

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