El tormento de Jano

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Efraín Jaramillo Jaramillo

Narra Esopo en “El parto de los montes”, que el pueblo asistió a presenciar tan asombroso suceso. Pero después de grandes rugidos que infundieron pánico en la muchedumbre, los montes sólo parieron un mísero ratón.  Eso puede llegar a suceder con el proceso de paz en Colombia, pues transcurridos dos años de conversaciones y gruñidos entre el gobierno y las FARC, para cerrar un conflicto armado que ha socavado la institucionalidad democrática del país, no hay final a la vista. Por lo menos no hay certeza que los acuerdos vayan a ser tan espectaculares. Lo fundamental de ellos están comprendidos en la Constitución.

Pero el conflicto armado continuó rugiendo el 2014, como si no bastaran las 6,8 millones de víctimas y los 220.000 colombianos que han sido inmolados. Semejante a un alucinante viaje a los tiempos de La Violencia, fenómenos como el narcotráfico, la corrupción, la violación de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario continúan con igual rudeza arrebatándoles a indígenas, campesinos y afrocolombianos sus aspiraciones a ocupar un lugar digno en la Nación colombiana.

Los colombianos necesitamos liberarnos de este pasado siniestro que estamos viviendo, si queremos ingresar al futuro. No obstante los hechos de guerra en este 2014 nos manifestaron que estamos lejos de liberarnos de este pasado y por eso tampoco tenemos futuro a la vista, porque el pasado está ahí presente, atormentándonos.

Y en este presente, que para Hannah Arendt es sólo un vacío entre dos tiempos, el ayer y el porvenir, venimos pervirtiendo el Estado de Derecho y sacrificando la República, que ha perdido su brío y yace suspendida en ese vacío desolador, expresado soberbiamente por Jorge Luis Borges, que puso en boca de un busto de Jano estas proverbiales y conmovedoras palabras:

“… Mis dos caras divisan el pasado y el porvenir. Los veo y son iguales los hierros, las discordias y los males que alguien pudo borrar y no ha borrado ni borrará. Me faltan las dos manos y soy de piedra inmóvil. No podría precisar si contemplo una porfía futura o la de ayeres hoy lejanos. Veo mi ruina: la columna trunca y las caras, que no se verán nunca.”

Ráquira, enero de 2015

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