Carta a Antanas y Sergio

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Jesús Martín Barbero

Me dirijo a ustedes como ciudadano y amigo para recordarles que es en base a lo mejor de lo que ustedes hicieron como alcaldes que el país joven, decente y democrático quiere que lleguen a la presidencia de Colombia. De ahí que el objetivo de mi carta no sea cantar sus virtudes sino hacer memoria pública de lo que nos sentimos con derecho a esperar de ustedes si llegaran a ser los gobernantes de los colombianos.

Para mucha gente el que un candidato salte de la alcaldía de una ciudad a gobernar el país puede resultar excesivamente arriesgado. Y sin embargo en Colombia y otros países de Latinoamérica las únicas experiencias de auténtica renovación de la política están teniendo lugar en el gobierno de las ciudades: desde el “presupuesto participativo” de Porto Alegre y la reconocida “calidad de vida” de Curitiba a la “cultura ciudadana” de Bogotá y la “ciudad educativa” de Medellín. Como si la lejanía que viven los partidos políticos en relación con los mundos de vida de la mayoría sólo pudiera ser superada en ese territorio cada día más extenso pero que aún conserva algunas relaciones de pertenencia: la ciudad. Ello no significa que podamos prescindir de los partidos sino que el sistema de representación al que ellos responden no posibilita ya que ni las verdaderas demandas de la gente del común ni la riqueza y diversidad de los movimientos sociales y ciudadanos tengan acceso ni cabida en ellos. Y es justamente la existencia de comunicación entre las experiencias cotidianas de construcción de ciudadanía y los nuevos modos de hacer política lo que han hecho posible los gobiernos de Antanas en Bogotá y de Sergio en Medellín.

El lema que compendió el primer gobierno de Antanas -formar ciudad-  significó  que lo que da su verdadera forma a una ciudad no son las arquitecturas ni las ingenierías sino los ciudadanos, pero para que ello fuera posible los ciudadanos tenían que poder re-conocerse en la ciudad como algo suyo, y esto implicaba hacer visible la ciudad como un todo, como espacio público y proyecto de todos. Todas las estrategias comunicativas y callejeras condujeron a eso: provocar  tanto a los viajeros como a los de a pie a mirar y ver, o mejor a verse y rebelarse juntos contra la mezcla de inercia, rabia y resentimiento. Ello a su vez fue generando una cultura ciudadana, que es “la capacidad de generar espacio público reconocido”, esto es el aumento tanto de la propia capacidad expresiva como la de escuchar y entender lo que los otros tratan de decirme. En la segunda alcaldía de Antanas la visibilidad de la ciudad se hizo veeduría,  esa palabra con la que los colombianos están sabiendo asociarse no sólo para quejarse y denunciar la corrupción o la ineficacia sino también para proponer, gestionar e innovar.

La “ciudad más educada” como llamó a Medellín el alcalde Sergio Fajardo suena a frase de concurso pero en realidad fue la primera ciudad en la que la cohesión social respondió a una planeación que entrelaza la multiplicidad de dimensiones de lo urbano con la interdisciplinariedad del conocimiento. Esto quiere decir que la cantidad y calidad de las bibliotecas y los colegios públicos construidos eran la dimensión expresiva de un proyecto de interacción entre demanda social, análisis sistémico y capacidad innovadora de la ciudad en su conjunto. O dicho en palabra del propio Sergio: los edificios son la nueva forma presencia del Estado en su potenciación del talento y la creatividad de la gente para producir transformación social. Y la educación así entendida no es asunto de un ministerio sino el asunto más estratégico de una política de Estado, o sea contemporánea y de largo aliento.

Antanas Mockus y Sergio Fajardo tienen derecho a poder gobernar Colombia desde esa nueva agenda política, y el país se ha ganado el derecho a ser gobernado por quienes tienen la inteligencia y el coraje de soñarlo así de nuevo y de creativo. 

 
Jesús Martin

Mayo 11 de 2010

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