Del 14 al 18 de noviembre de 2016, en la Sede del Instituto MATÍA MULUMBA de Buenaventura se llevó a cabo la primera de las cuatro escuelas programadas para el Pacífico. En esta ocasión participaron delegados afrocolombianos de los ríos Naya —entre ellos una delegación de la Asociación de mujeres AINÍ— Yurumanguí, Cajambre, Raposo, Mallorquín, Anchicayá, Bajo San Juan y del Consejo Comunitario de Zacarías. Igualmente se hicieron presentes campesinos del Alto Naya, indígenas eperara siapidaara del resguardo Joaquincito y embera Chamí del resguardo Karmatarua (Antioquia). La escuela fue acompañada por dos dirigentes del PCN/Buenaventura y un mayor guambiano y líder histórico del CRIC.
La agenda tuvo como tema central el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC y los retos que este tiene para los pueblos étnico-territoriales y para los campesinos, pues es en el marco del posacuerdo, que los pueblos más vulnerables, como son los pueblos afrocolombianos, indígenas y campesinos, tendrán que movilizar todas sus energías para poder jugar un papel protagónico y evitar que en la implementación de los acuerdos no se enajene lo acordado. Lo que actualmente se tiene en la mano es un acuerdo y un compromiso entre las partes (Gobierno y FARC), que podrá, o no materializarse.
Coincidieron los dirigentes afrocolombianos, indígenas y campesinos, en que el papel de sus comunidades no puede ser el de hacer las veces de espectadores o meros garantes de los acuerdos. Por el contrario se debe aprovechar esta oportunidad para adelantar una campaña por las reivindicaciones políticas y territoriales que aún se encuentran por conquistar y consolidar, y asegurar las ya alcanzadas. Es por eso esencial conformar y acompañar a la “Comisión Étnica para la Paz y la defensa de los derechos territoriales”, acordada en el “Capítulo Étnico” de los acuerdos de paz.
El marco del acuerdo es estrecho y está circunscrito a que la sociedad en su conjunto se movilice para construir un país más justo, equitativo y solidario. Esto solo se puede hacer realidad si se cambian las condiciones económicas, políticas y sociales que históricamente han determinado las desigualdades en Colombia. Se percibe en los dirigentes una buena dosis de escepticismo y muchos no confían en que este proceso vaya a cambiar estas condiciones, que hicieron posible medio siglo de guerras. Para decirlo en palabras de William Ospina: “Algo en el corazón de la sociedad presiente que una paz sin grandes cambios históricos, una paz que no siembre esperanzas, es un espejismo, hecho para satisfacer la vanidad de unos políticos y la hegemonía de unos poderes, pero no para abrirle el horizonte a una humanidad acorralada por la necesidad y por el sufrimiento…”
Un aspecto que destacaron los debates es que las FARC al transformarse en partido o movimiento político, permite crear condiciones para el retorno de afrocolombianos e indígenas desplazados a sus tierras y posibilita un proceso de justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el conflicto. Pero, sobre todo permite consolidar la vida democrática del país y alentar a las comunidades a que tomen en sus manos la conducción de sus vidas para ser sujetos de su propio desarrollo, sin que hayan armas de por medio coartando las decisiones políticas de sus organizaciones. Esta Escuela quiere ser un apoyo y catalizador más de este trabajo que ya vienen desarrollando las organizaciones y contribuir en el estudio y debate de los temas del posacuerdo con aquellas comunidades que recién empiezan a definir sus áreas de trabajo, para posicionarse como actores políticos con posibilidades de intervenir en sus regiones y poder incidir en los planes y programas que se desarrollarán en el marco del posacuerdo. Un logro en este sentido sería un valioso aporte para construir relaciones interétnicas entre las comunidades, organizaciones y pueblos, lo que ayudaría el fortalecimiento de proyectos alternativos ya existentes en las regiones, que ha sido la filosofía y espíritu de trabajo del Colectivo Jenzera.
En síntesis, la escuela interétnica retomó de nuevo el camino y colocó un grano de arena más en el encuentro de coincidencias entre grupos étnico-territoriales, que aún diferenciándose por sus culturas e historias particulares, tienen un eje común del cual dependen sus vidas como pueblos: El territorio y la gobernanza autónoma.