Marcela Velasco
Colectivo de Trabajo Jenzerá
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. La última edición de la prestigiosa revista inglesa, the Economist (2 Marzo 2013, p. 38) se encargó de probar este dicho. Le dedica 500 palabras a los más recientes hechos de conflicto económico en el país: el paro cafetero y el conflicto en el Cerrejón, pero se queda muda frente a una de las imágenes más impactantes del paro. El artículo es sobretodo descriptivo y poco interesante para alguien empapado del problema. Lo que atrae es la foto sin palabras que acompaña el texto, donde aparecen cuatro jóvenes kapur warrara o hijos de la hormiga como se hacen llamar los integrantes de la guardia indígena de Karmata Rua en Jardín (Antioquia), una comunidad que como muchas otras vive del café. Y de repente la historia noticiosa cobra otra dimensión. Entonces, ¿quiénes son los kapur warrara y qué hacen en el paro?
En la imagen los kapur warrara cobran un significado coyuntural e histórico. Son más que una foto insigne del paro, sino también una muestra de gobernanza indígena y solidaridad entre diferentes sectores populares. La comunidad y el gobierno de Karmata Rua, movilizados unánimemente, también celebran más de 30 años de resistencia, o de organización en su propio territorio, con sus propias leyes y autoridades, lo que les ha permitido sobrevivir la marginación y violencia a la que han sido sometidos históricamente. Con mucho esfuerzo lograron recuperar una pequeña parte de un territorio ancestral donde buscan alternativas económicas y la protección de sus recursos naturales. ¿Y por qué se quejan ahora y mandan a sus hijos, los hijos también de la hormiga? Porque las presentes condiciones que afectan el mercado y la producción del grano prometen acabar con su economía y de paso, con su territorio.
Según Aquileo Yagarí, líder del resguardo, el caficultor invierte $570,000 en producir una carga de 125 kilos de café que a finales del 2011 vendía en $1’050.000 y que hoy día recibe $490.000. Añade además que los precios de los insumos siguen subiendo. Se da entonces una situación en donde son más altos los costos de producción que los de venta del grano. Por eso los kapur warrar junto con sus compañeros campesinos, buscan un futuro económico vinculado al producto que levantó a Colombia y le generó riqueza, el café. Las cinco demandas del paro que también apoyan las principales organizaciones indígenas que se han unido al mismo, incluyen 4 puntos económicos: (1) Precio remunerativo del café; (2) Control de precios de fertilizantes y abonos; (3) Soluciones de deuda y embargos en los bancos; y (4) No a la importación de café; y un quinto punto que afirma la territorialidad caficultora: (5) No a la minería en zona cafetera.
Como el movimiento indígena en su momento, el paro entonces busca un futuro económico que sostenga una de las culturas más arraigadas del territorio nacional, la del pequeño caficultor en su tierra. Una cultura a la cual también pertenecen ya muchas comunidades indígenas andinas. Ésta cultura representa ahora una alternativa a la extracción y uso intensivo de la tierra, la gran minería, y el desarraigo del trabajador de su tierra. Si acabamos con el café para favorecer un modelo económico extractivista e intensivo en el uso de la tierra, acabaremos con una parte de la cultura colombiana, una que con base en el pequeño propietario y productor del principal producto de exportación de toda la historia del país, sostuvo lo poco que hay de gobierno y democracia (Molano, Alfredo 2013). En este sentido es deplorable ver el papel de la Federación Nacional de Cafeteros que pasó de ser una autentica representante de la economía cafetera y de los intereses de todos los cafeteros, a convertirse en un club de especuladores que están descalificando esta movilización popular. El paro también exige que la Federación se reforme “en cara al caficultor”.
El paro entonces, representa una lucha por la economía de un territorio, y de una cultura construida sobre un modelo económico y político especial, el café colombiano. Por esto los embera chamí de Karmata Rúa apoyan desde el 25 de febrero, con sus autoridades y guardia cívica, la organización logística del paro con disciplina y solidaridad, dejando pasar ambulancias y, cada 2 a 3 horas, también el tráfico vehicular. Estas acciones arriesgan las vidas de estos jóvenes, que llevan el legado de sus mayores en los rostros retratados. Muestra del logro del movimiento indígena de esta región de Antioquia, y del trabajo y mandato de sus mayores, es el evidente gesto de orgullo con el que levantan en símbolo de resistencia y autoridad indígena, sus bastones. Y muy probablemente reciben aceptación entre los compañeros de huelga al servir como apoyo en la coordinación de las actividades del paro. Así, una comunidad que se salvó ella sola con los pocos apoyos solidarios de sus amigos en Antioquia y otras partes de Colombia, ahora colabora con la acción contestataria y peligrosa de mantener un bloqueo, dejar pasar ciertos vehículos, permitir el tráfico en determinadas horas, y hacerse visibles frente a los enfrentamientos con la fuerza pública.
Esta foto, este breve instante en la vida del país, o de Bolombolo, Antioquia donde fueron retratados, es un grito del pueblo colombiano diciéndole al gobierno nacional que respete los territorios de la agricultura y del agua, los territorios que levantaron al país y que sustentan su democracia, y que sostienen a la gente más valiosa y decidida de Colombia, gente como los kapur warrara y todo lo que representan.