La larga y penosa marcha de los pueblos indígenas de Colombia por la apropiación de sus territorios, el reconocimiento cultural y político, el respeto a sus autonomías y la restauración de su gobernanza.

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Por Marcela Velasco

Profesora asociada de Ciencias Políticas

Colorado State University

Una serie de discusiones recientes sobre el movimiento indígena colombiano y la evolución de los derechos étnico-territoriales, indica por un lado, que existe una desigual y lenta implementación del conjunto de derechos, que en los últimos 20 años han venido  transformando la relación política y administrativa que existe entre el Estado y los pueblos indígenas; y por el otro lado, unos cambios importantes en los liderazgos indígenas. Esto obliga a hacer una interpretación juiciosa que permita entender la situación actual de los pueblos indígenas y sus organizaciones en la vida pública del país. Con el fin de esclarecer estas dinámicas sostuve una conversación con Efraín Jaramillo, director del Colectivo de Trabajo Jenzerá y analista de la política étnica en Colombia. Este dialogo se realizó teniendo como telón de fondo las movilizaciones indígenas en el marco de la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular. Presento aquí un documento que reúne las principales ideas de esta conversación.

Marcela Velasco (MV): Efraín, estoy tratando de hallarle sentido a una serie de interpretaciones sobre lo que sucede actualmente en Colombia con las organizaciones indígenas y la capacidad de sus líderes de lograr los objetivos de la autonomía y la gobernanza con base en saberes propios y atentos a las necesidades más sentidas de las comunidades indígenas. Por un lado, encuentro descripciones positivas que perciben un liderazgo indígena nacional capaz de negociar de manera directa con el Estado, ofreciendo planteamientos técnicos que están cambiando la política pública. Y por otro lado me encuentro con visiones más pesimistas que ven a estos mismos liderazgos con preocupación, ya que están perdiendo de vista las negociaciones políticas de fondo en favor de interlocuciones técnicas, o que replican patrones clientelistas, volviéndose susceptibles a la corrupción, o que centralizan su liderazgo a nivel nacional y se desentienden de sus comunidades. Pero primero, para contextualizar lo que está sucediendo actualmente en Colombia con los pueblos indígenas, ¿podrías decirnos algo sobre los antecedentes históricos más inmediatos de las movilizaciones que realizan los pueblos indígenas junto con los pueblos afrocolombianos y campesinos?

Efraín Jaramillo (EJ): El inicio de las actuales luchas indígenas se remonta a los años 70 del siglo pasado. Fue la época en que los pueblos indígenas de Colombia, después de muchos esfuerzos y penurias, iniciaron un proceso de movilización que logró frenar la pérdida de tierras, primero en el Cauca y después en otras regiones indígenas del país. Con esto consiguieron revertir un proceso de extinción sociocultural. Varios de estos pueblos (sobre todo en los Llanos Orientales) eran hasta hace pocos años “escombros” sociales, producto de la agresiva colonización ganadera, primero, y coquera, después. Con la fundación de la Organización Nacional Indígena de Colombia a comienzos de los años 80, y el apoyo de amigos en el Estado, estos pueblos indígenas lograron legalizar sus territorios y empezar una marcha de reconstrucción económica y sociocultural impresionante. El proyecto indígena liderado por la ONIC se convirtió en la mayor experiencia de América en materia de unidad política: Pueblos indígenas de los Andes, la Orinoquia, la Amazonia, el litoral del pacífico y la Costa Caribe (cerca de 70 pueblos) iniciaron un proyecto organizativo para reivindicar sus territorios ancestrales y exigir del Estado su reconocimiento. Producto de esas movilizaciones políticas, los pueblos indígenas poseen en calidad de propiedad colectiva, alrededor del 30% del territorio nacional. Pero no todo ha salido bien. A pesar de estos sorprendentes logros, hoy varios de estos pueblos se encuentran al borde de la extinción sociocultural, como lo declaro la Corte Constitucional con el Auto 004; y gravita sobre los pueblos indígenas la amenaza de desintegración de ese gran proyecto político, que en su época fue liderado por dirigentes como el guambiano Trino Morales y el coconuco Anatolio Quirá, que recorrieron todo el país indígena promoviendo la organización y la unidad de los indígenas a nivel nacional. Por eso son los dirigentes de la ONIC que más reconocimiento han tenido en el país.

MV: Evidentemente han sido logros importantes que sacaron a muchos pueblos indígenas del infortunio. No obstante hacia el futuro ¿no significó un inconveniente para sus desarrollos políticos, que pueblos tan diversos, con historias y problemas tan diferentes, fueran dirigidos por una organización, cuyo origen y desarrollo es de naturaleza andina? Dicho en otras palabras: ¿no se armó un andamiaje organizativo andino que al final ha homogenizado el panorama indígena nacional?

EJ: Si, pero el inconveniente más grande fue que las formas organizativas indígenas que se llevaron a la selva, los Llanos, el Pacífico, la Sierra Nevada y La Guajira, no sólo no configuraron una gobernanza indígena, sino que contribuyeron al des-gobierno de muchos pueblos. Y eso no es lo que quería la dirigencia de entonces. Lo que se pretendía era articular por medio de una organización centralizada todas esas diferencias que mencionas, pues la idea era sumar fuerzas para evitar la pérdida de territorios. En ningún momento se pensó en el riesgo que eso podría significar para la gobernabilidad, y menos que esto generara la primera ruptura de la joven ONIC, entre la Selva y Llano por un lado y los Andes por el otro. Y tampoco se creía que articular esas diferencias y particularidades podría representar una homogenización cultural de estos pueblos. Pero bueno, así se presentaron las cosas y creo, viendo hoy las cosas a esta altura del partido, que no se podía hacer otra cosa. Parodiando a Lucien Goldmann, la “conciencia posible” para la época no ofrecía otras formas organizativas que no fueran las que venían de los sectores populares y movimientos de izquierda. Aquello de adoptar otras formas organizativas más acordes con las culturas indígenas surgiría años después. Por ejemplo aquello de organizarse en consejerías, de acuerdo a áreas de trabajo (territorio, organización, etc.), se comenzó a discutir en un ‘grupo de estudio y trabajo’ que organizó el CRIC([1]) en su oficina en Bogotá([2]), en cuyas sesiones (llamadas ‘tertulias’) participaban dirigentes indígenas y colaboradores de las organizaciones, pero también muchos amigos, estudiosos y simpatizantes de las luchas indígenas. Haciendo aquí un paréntesis, yo tuve la suerte de participar de esas discusiones que fueron muy fructíferas para ayudar a pensar el devenir de las luchas indígenas. Para ponerle un ejemplo, las ideas que allí se esbozaron y los documentos que de allí salieron, orientaron la posición ideológica del movimiento indígena en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

MV: ¿Fue fácil hacer ese cambio de una estructura organizativa de tipo sindical, a una estructura de Consejerías?

EJ: Muchos de los que participaron de los debates de entonces eran partidarios de un cambio de esquema organizativo para las organizaciones indígenas, con el fin de que se ajustara más a las necesidades de gobernanza de las comunidades. Esto no fue una causa fácil de defender, por cuanto pesaba mucho la herencia que había dejado la ANUC[3] y los partidos de izquierda en el movimiento indígena. No obstante muchos líderes indígenas eran conscientes de los defectos y frustraciones que este ‘esquema’ organizativo traía para sus luchas. Sobre todo este esquema era problemático para aquellos pueblos de la Selva, los Llanos o el Pacífico, que recién hacían presencia en el panorama político de sus regiones.

MV: Y en lo que se refiere a los cabildos, ¿fue aceptada por los indígenas esta forma de gobierno para sus comunidades?

EJ: La figura de ‘Cabildo’, que heredaron los indígenas andinos del sistema colonial para gobernar sus ‘resguardos’, no era conocida en la mayoría de los pueblos, que estaban organizados de una forma tradicional. En 1981 cuando se creó la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) con Trino Morales como presidente, se empiezan a dar procesos de capacitación para dar lineamientos sobre como conformar los cabildos. Sin terminar este proceso de adecuación y sensibilización, el CRIC y la ONIC instauraron allí los cabildos. Y eso no funcionó, aunque todavía hay muchos que les gusta retratarse junto a los despojos de lo que no funcionó. Muchas autoridades tradicionales, cuya autoridad se fundamenta en la tradición (médicos y otras autoridades tradicionales) fueron desplazadas por cabildantes elegidos por la comunidad. Aparentemente esto es más democrático, pero en la práctica, esa aplicación (mecánica por demás) ha sido problemática, y sigue siendo aún fuente de muchos conflictos en la actualidad. Un conflicto adicional es que los otros líderes tradicionales, que eran los que conducían a las comunidades, seguían ejerciendo un poder, generando cierto paralelismo. El reto que surgió en ese momento era cómo hacer compatibles esos dos tipos de liderazgo para fortalecer las comunidades y desarrollar formas eficientes de interlocución con autoridades políticas y organizaciones sociales de la región.

MV: ¿Podemos mirar algunos ejemplos de este tipo de competencia entre diferentes autoridades?

EJ: En sitios como en el Chocó, por ejemplo, existían autoridades tradicionales, como los “Sarras” que surgían por sus capacidades de organizar la defensa de sus comunidades o por sus facultades como médicos tradicionales, o por sus habilidades para encontrar recursos para la sobrevivencia. Los cabildos en esos constituidos resguardos entran en algunos casos a remplazar o competir con estas autoridades tradicionales. Cuando los nuevos liderazgos obtienen acceso a recursos del Estado, desplazan a las autoridades tradicionales, y estas se marginan de la vida “política” de sus comunidades. Este alejamiento de las autoridades tradicionales de sus comunidades no siempre dan buenos resultados. Este remplazo de autoridades podrían ser exitosos en otros espacios políticos, pero no dieron resultados en las comunidades, que cayeron en una espiral de ingobernabilidad. Era como un trasplante mecánico de lo que hicieron los caucanos y que allí sí funcionó. La diferencia es que los caucanos sí habían internalizado la noción de cabildo hasta tal punto que era ya una forma tradicional de organización, en la cual estaban integrados otros líderes tradicionales.

Un caso extremo, lo representa los Nukak Makú, una población contactada a mediados de los años 80, que difícilmente podría servirse de estos procesos. A ellos los destruye la irrupción violenta de la economía y cultura nacionales, la colonización de los ríos Guaviare e Inírida. Y debido a la llegada de esta colonización y la siembra de coca en sus tierras, abandonaron su territorio, viviendo algunas familias en condiciones indignas dependiendo de la caridad pública. Por supuesto no ejercen ningún control social o económico sobre su territorio. Aquí uno ve los límites de este desarrollo institucional y legislativo, y cómo el gobierno, al limitarse solo a pasarle sus responsabilidades a poblaciones tan vulnerables como son estos indígenas semi-nomades, están contribuyendo a la extinción de los Nukak. Pero el problema es que ninguna organización indígena de la zona está en condiciones de atender a esta población. Paradógicamente fueron médicos del Instituto Lingüistico de Verano, quienes desarrollaron algunos programas de atención en salud, los que mitigaron en algo los problemas de salud de los Nukak.

Cuando una propuesta organizativa nueva no toma en cuenta las dinámicas tradicionales, desbarata los procesos organizativos tradicionales y surge en las comunidades una especie de anomia. Un ejemplo de esto es lo que sucedió en los Llanos Orientales. Ahí los pueblos indígenas sikuani, cuibas, sálivas, etc., estaban orientados por sus capitanes, autoridades tradicionales que se encargaban de dirigir las correrías para recolectar recursos. Aún en los años 1986 o 1987, la ONIC todavía organizaba encuentros con los capitanes del Llano, que eran los verdaderos representantes de esas comunidades. Los cabildos, al no tener recursos, tenían poca incidencia en los asuntos de la comunidad y existían sólo en el papel.

MV: Anterior a los procesos de constitución de cabildos ¿no jugó la iglesia también un papel importante en la formación de los nuevos liderazgos y en el desplazamiento del liderazgo tradicional?

EJ: Si, la iglesia desempeñó un papel preponderante en la formación de nuevos líderes en las regiones de Selva, Llano y Pacífico. En la mayoría de casos esta formación se dio mediante la educación en los internados. Allí se educaron  a los niños y jóvenes indígenas desde una concepción evangélica u occidental de la problemática indígena. Estos liderazgos así formados también desplazaron o relegaron a los liderazgos tradicionales, muchas veces demonizándolos, por cuanto también eran líderes espirituales, que eran la contraparte del proyecto evangelizador de la iglesia. Por lo general son estos nuevos liderazgos los que son nombrados en los cargos del cabildo, cuando se constituyen los resguardos.

MV: ¿Cómo afectó esta nueva institucionalidad a los liderazgos de estas regiones?

EJ: Con la Constitución de 1991, al empezar los resguardos a recibir ingresos de la Nación, se fortalecen más los cabildos y se comienzan a crear intereses alrededor de esos recursos, conformando un núcleo de poder en las comunidades. Pero el problema es que en estas regiones no existían liderazgos con condiciones de dirigir estos nuevos retos y procesos. Y aunque poco a poco se va construyendo y aclimatando todo este nuevo andamiaje organizativo en los resguardos, es un proceso lento y sujeto a muchas incertidumbres. Muchas personas que llegaron a las dirigencias de estas organizaciones avaladas por la ONIC, fueron formados en internados misioneros, donde les fueron borrando de sus mentes la dimensión real de sus pueblos, que ocasionó que se alejaran espiritualmente de ellas, lo que frecuentemente conlleva a que entiendan cada vez menos los problemas y descuiden los apremios más inmediatos de sus comunidades; pero también que se les vuelvan intrascendentes las redes sociales comunitarias y en casos extremos hasta que vayan perdiendo los fundamentos de su identidad colectiva, como son la tierra y el idioma. Estos modernos dirigentes se apropian del discurso de los derechos indígenas contenidos en las instituciones, discurso que se viene desarrollando con las luchas indígenas de la región andina, pero que no se empalma con el sentir y pensar de las autoridades tradicionales.

MV: No se si estoy entendiendo bien. Veo positivo que los indígenas se apropien de un discurso sobre derechos humanos y leyes que los favorecen, pues eso los provee de una plataforma legal para reivindicar sus derechos; pero esta apropiación de saberes conlleva  también la posibilidad de entrar a conocer un mundo nuevo y desconocido y relacionarse con modelos culturales diferentes de los propios, lo que invariablemente los aleja de los referentes culturales de sus comunidades. Me surge sin embargo la duda de que esto sea totalmente negativo, puesto que este distanciamiento de lo tradicional también ofrece la oportunidad de acercarse a la modernidad y ampliar la democracia en las comunidades, muchas veces encerradas en sistemas que “asfixian” a ciertos sectores de la población, por ejemplo las mujeres y las niñas.

EJJ: Por avatares de la vida y circunstancias ajenas a mi voluntad, que me hicieron abandonar el trabajo con las comunidades, que era lo que más satisfacciones me proporcionaba, me dediqué en los últimos años a hacerle un seguimiento a las organizaciones indígenas, leer muchos de sus documentos y analizar los discursos de sus dirigentes. Y encuentro, haciendo una gran generalización, que los modernos dirigentes indígenas no se interesan mucho por debates críticos alrededor de los valores normativos de su propia tradición. Y son reiterativas las alusiones a sus mitos y leyendas de origen, para fundamentar sus posiciones políticas y preservar formas de pensamiento que salvaguarden esos valores que las orientan. No obstante desconcierta que se opongan a considerar puntos de vista diferentes y persistan tercamente en tradiciones que han devenido obsoletas y que los separan de los nuevos contextos sociales en un mundo cada vez más intercultural. Y para mi pesar, asombra no obstante que sean cautivados por ideologías de intelectuales que hablan en nombre de las tradiciones indígenas y que impulsan la idea de que las formas ancestrales comunitarias de organización y la tan alabada ‘democracia directa’ representarían formas superiores de vida social, que serían eficientes contra la globalización. Curiosamente son ideologías que combinan ideas marxistas con enigmáticas visiones indigenistas que no obstante su modesta calidad teórica tienen gran impacto en una población que ha sido aleccionada para escuchar discursos viciados de contenido y con grandes vacíos analíticos, que se llenan con una farragosa retórica izquierdo-indigenista. Se trata de ideologías, que cumplen la función de encubrir la realidad. Poseídos por esas ideología, los líderes se convierten en correas de transmisión de visiones que no tienen ningún asidero en la vida de sus comunidades. Es entonces un distanciamiento sí de lo tradicional, pero que los desvía de la modernidad, pues salen de autoritarismos étnicos para caer en los brazos de ideologías con concepciones autoritarias del orden político y formas jerárquicas sobre cómo organizar instancias para la toma de decisiones. Esta situación conduce que en las comunidades, en un contexto político ‘tóxico’ e inestable, debido al mal manejo de recursos y actuación de pequeñas pero eficientes maquinarias para mover el poder político en sus comunidades, y rodeadas de populismos (de izquierda y derecha), prospere en ellas la erosión de cualquier gobernabilidad. Esto se está experimentando en algunas organizaciones indígenas a nivel nacional, regional y local, poniendo en peligro las normas democráticas que tanto les costó conseguir en el pasado y minando, así, el objetivo mismo de la integración del movimiento indígena. El penoso espectáculo registrado en la Habana, donde la ONIC hizo gala de una pobre presencia con 5 delegados que no representan al conjunto de organizaciones indígenas del país; y en paralelo los 6 delegados indígenas invitados por las FARC, que tampoco representan nada, es una muestra de la desintegración del movimiento indígena colombiano.

MV: No obstante se puede constatar también que hay una serie de procesos sociales y políticos en las organizaciones que avanzan en la dirección de construir formas autónomas en el ejercicio del poder. Por ejemplo cada vez hay más procesos autónomos en la gestión de sus intereses y en la interlocución con el Estado, sin que medien en ello intermediarios políticos.

EJ: Por su puesto que sí. Y es admirable la idea de que los indígenas hagan la interlocución ellos mismos sin intermediarios, pues esto hace parte de un proceso que apunta a robustecer la autonomía. Sin embargo, se debe dimensionar también que es un liderazgo díscolo, que se ha distanciado de las problemáticas reales de las comunidades. Hace poco tuvimos la visita de un cabildo indígena de Quinchía (Risaralda), cuyas comunidades están siendo atropelladas por una empresa minera que amenaza con devastar los recursos ambientales de su territorio (aguas, suelos y bosques). Ante la total inoperancia, por no decir inutilidad, de su organización regional, se encuentran tocando puertas (incluyendo la de la ONIC, donde tienen un delegado) buscando apoyo para esa contienda por la vida, que de todas formas están dispuestos a dar, con o sin apoyo.

Por otro lado, es cierto que existe una necesidad en las organizaciones de desarrollar instituciones en las comunidades para organizar y administrar recursos, y mejorar los programas de salud, educación, o producción. Pero preocupa que esta necesidad se vea aplazada por este distanciamiento entre las organizaciones, sus liderazgos y la gente en las comunidades. Y cuando las organizaciones indígenas no están en condiciones de entender las demandas de sus comunidades y tampoco tienen la fuerza (o voluntad) para apoyar sus luchas mediante mecanismos organizativos, se distorsionan los procesos de autonomía que pueden estar en marcha.

En este contexto es preciso recordar que muchos logros de los pueblos indígenas en materia territorial no partieron de luchas propias y no hubieran sido posibles sin el papel desempeñado por un grupo de funcionarios que trabajaban en el INCORA([4]) y el DNP([5]), que se consideraban amigos de los pueblos indígenas, y que hicieron los estudios socioeconómicos necesarios, para sustentar legalmente la creación de los grandes resguardos en las regiones de la Orinoquía y Amazonía y los resguardos de la región Pacífico. Pero también para convertir las Reservas indígenas en Resguardos([6]). Estos amigos de alguna manera acercaron al gobierno (durante la administración de Virgilio Barco) a las necesidades que tenían los indígenas de tener un territorio propio.

MV: Teniendo en cuenta los patrones que acabas de describir ¿qué podemos concluir sobre el proceso organizativo?

EJ: Pienso en el legado que dejó Kimy Pernía, líder rebelde Embera Katío del Alto Sinú, que se me viene a la cabeza por cuanto este junio cumplió 15 años de desaparecido. Kimy heredó el temple de “sarra” de su abuelo Yarí, el Jaibaná más importante y fundador del pueblo embera-katío del Alto sinú.  Kimy se alimentó del discurso organizativo en boga a nivel nacional, pero nunca abandonó las formas tradicionales de pensar y actuar de sus comunidades. Conformó una organización que le respondiera a las necesidades de la gente sin romper con la tradición. Kimy inclusive revivió mitos y tradiciones de su pueblo para motivar el proceso organizativo. El mito del origen del agua, que explica cómo los embera consiguieron el agua, lo interpretó de manera que permitiera vincular la realidad de los embera con la del país en donde viven, para dar orientaciones y explicar los retos a los que se enfrentaban. Kimy pensaba que para que el pueblo embera siguiera existiendo debía alimentar las raíces de ese gran árbol Jenené, que era su pueblo. Y esto movilizó a su gente, aunque esto le costó la vida. La clase política de Córdoba y los paramilitares no le perdonaron que organizara la rebelión de las comunidades contra la represa de Urra, para defender el territorio y los bienes ambientales del pueblo embera.

MV: Ya para terminar, ¿cómo crees que evolucionarán las luchas indígenas, ahora que viene la materialización de los acuerdos en la Habana?

Ej: El pensador alemán Axel Honneth plantea, partiendo de la premisa antropológica de Fichte (según la cual el hombre solo es hombre entre los hombres”), que los reales procesos de cambio social se producen mediante relaciones de reconocimiento recíproco entre comunidades y pueblos; y que sólo a través del reconocimiento y respeto mutuo, se originan los genuinos avances en materia ética y política. Siguiendo este planteamiento no se presentarían cambios sociales, hasta tanto los indígenas no sean reconocidos y aceptados con dignidad y en igualdad de condiciones en esta Nación, que se encuentra todavía en obra gris; pero tampoco si los indígenas no se reconocen como integrantes esenciales de esa Nación, que los obliga a participar activamente en su construcción, lo   que demanda también compromisos y deberes con la sociedad. No pueden seguir actuando poniéndose de espaldas a la modernidad, como si hacerlo fuera una negación de sus raíces. De no ser así seguirán “chupando rueda” a aquellas ideologías, que no permiten pensar que este mundo puede ser diferente, pero sobre todo que le restan valía a los méritos propios de sus conquistas. El resto de lo que sucederá sólo Dios lo sabe, y hasta ahora no tenemos forma de comunicarnos con él. Hasta allá no llega Comcel.

Bogotá, junio 2016

 


[1] Consejo Regional Indígena del Cauca

[2] Esta oficina, llamada coloquialmente “el consulado” tenía entre otras funciones, la de asesorar a la ‘joven’ organización nacional (nota de MV).

[3] Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, la organización que protagonizó a comienzos de los años 70 la más grande movilización nacional de campesinos que ha habido en Colombia (Nota de MV)

[4] Instituto Colombiano de Reforma Agraria (hoy INCODER).

[5] Departamento Nacional de Planeación.

[6] En la figura de Reserva la propiedad es del Estado, que es cedida a los indígenas en calidad de usufructo. Mientras que el Resguardo es propiedad colectiva de los indígenas (MV).

 

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