José Roberto Duque comentando la huelga de hambre de un sacerdote a favor de los derechos de los pueblos indígenas de Venezuela comentaba que “Este episodio será aprovechado por la derecha para echarle mierda a un Gobierno aliado como el de Chávez“[1]. Apreciado amigo Roberto, un refrán popular reza que “palabra y piedra suelta no tienen vuelta”. En otras palabras, “la cagaste”, como decimos en Colombia, cuando recriminas a José María Korta, un octogenario misionero jesuita, que solo le quedan su dignidad y sus magras carnes, para ofrendarlas a sus queridos hermanos indígenas yukpas y barí, en defensa de sus territorios y recursos, asaltados por ambiciosos terratenientes ganaderos del Zulia y rapaces compañías mineras. La preocupación por la salud de Ajishama (‘garza blanca’ en lengua makiritare) que sólo pide con su huelga de hambre (“no basta con rezar” cantaba Alí Primera), que se demarquen las tierras de los pueblos indígenas de Venezuela, pasa a un segundo plano, cuando tu perturbación es que este, llamado por ti episodio, sea aprovechado por la derecha. Seguro que la derecha lo aprovechará, ni bobos que fueran. Pero también lo van a aprovechar los que luchan por más espacios democráticos.
Quizás no has intuido lo provechosa que ha sido esa frase (“nadie sabe para quién trabaja”, perdón, para quien escribe), pues con ella has desatado una verdadera controversia, alentando un movimiento en defensa de los derechos indígenas, que aunque tímido, se mueve, convirtiéndose en una piedra en el zapato para el gobierno de Chávez. Enhorabuena, pues no es justo que un líder como Sabino Romero y otros presos yukpas como Olegario y Alexander, se encuentren injustamente encarcelados, como lo han expresado reconocidos juristas. Venezolanos, no colombianos.
Creo que te has pasado de buenazo y piensas que Chávez es un aliado. Lo que yo estoy casi que seguro es que no lo es de los indígenas. ¿Por qué? Pues porque para Chávez los indígenas son iguales en derechos a todos los venezolanos. Consecuentemente con este precepto que él considera revolucionario, se precia de rescatar a los indígenas de su condición de marginamiento, elevándolos por ley a la categoría de ciudadanos. Alguien mencionó, en este contexto, la publicitada entrega de 140 cédulas de ciudadanía venezolana a indígenas Wayúu en el Estado Carabobo. “…no me vengan a decir pues, que el gobierno no está haciendo nada por estos hermanos indígenas de la República Bolivariana de Venezuela…”, declaró en un programa radial de Aló Presidente. Tendrán pues el derecho, como decía irónicamente uno de los comentarios a “inscribirse en el censo nacional electoral y formar consejos comunales socialistas“. A Chávez y a sus asesores no les ha pasado por la cabeza, que para ser elevarlos a la categoría de verdaderos ciudadanos, los indígenas requieren algo más que cédulas de ciudadanía. En esto el comandante no ha leído a su mentor Bolívar, o si lo leyó….. A esto me voy a referir enseguida citando textualmente un ensayo anterior sobre la interculturalidad[2].
“Según Bolívar la condición de ciudadano solo la adquirían los hombres en libertad. Esta idea la tomó de Rousseau, quien argumentaba que dentro de la esclavitud, los esclavos pierden todas sus facultades y llegaban incluso a amar la esclavitud. “El alma de un siervo, dice Bolívar al referirse al Perú, rara vez alcanza a apreciar la sana libertad, se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas” (Carta de Jamaica, 1815).
Su ya célebre frase para definir los estamentos de la sociedad, que recién se independizaba del poder colonial, es de un significado proverbial. Decía Bolívar sobre los criollos (hijos de españoles nacidos en América) que, “no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles”. (Carta de Jamaica 1815).
Cuando Bolívar define a los españoles como “usurpadores” y a los indígenas como “legítimos propietarios”, implícitamente está delineando la tarea que le corresponde a los criollos que están en medio: quitarles la tierra a los usurpadores y devolvérsela a sus legítimos propietarios. Era la única vía para convertir a los indios en ciudadanos. Aquí Bolívar está enunciando en su propia historia, como criollo que era, la causa de los aborígenes. Este planteamiento de Bolívar nos remite al problema central, aún no resuelto, sobre la formación de nuestra nacionalidad: que para hacerla realidad la población indígena y negra debía adquirir la ciudadanía, la verdadera, no la del papel para ejercer derechos civiles.
Si los criollos, una vez culminadas con éxito las guerras de la independencia, no restablecían estos derechos, significaba simple y llanamente que se había cambiado de amos y señores, pero persistía el derecho de conquista, impuesto por los españoles.
La apropiación que había hecho Bolívar de la causa de los negros y de los pueblos originarios, no hizo escuela en América, pues eran más fuertes los poderes de la clase criolla emergente, que se beneficiaba de las tierras y bienes arrebatados a los españoles. Repudiado por los criollos, habiendo sobrevivido a dos atentados, Bolívar marchó al exilio. Murió en Santa Marta. Otro prócer americano de la independencia, José Gervasio Artigas, corrió igual suerte y buscó refugió en Paraguay, “acompañado sólo por su guardia personal de 250 lanceros, hombres y mujeres, todos negros y entre ellos Ansina, compañero de Artigas, hasta la muerte”[3]. No le perdonaron los criollos a Artigas que a su paso victorioso, fuera liberando esclavos. Los Camba Cua —cabecitas negras en guaraní— son hoy sus descendientes. Un dirigente afrocolombiano nos recuerda que en una de las acciones para repeler “los muchos intentos por terminar de despojarlos de las últimas tierras que les quedan, de las que les fueron asignadas en el siglo XIX, colocaron sus banderas de barras horizontales azules y blancas sobre sus casas, entonaron el himno de la República Oriental del Uruguay y se negaron a ser tratados, en esta tierra a la que llegaron por leales, distinto a lo que eran: invitados de honor”[4].
Para terminar José Roberto, me parece que los comentarios que se han hecho sobre esta polémica desatada por las palabras y la acción de Ajishama, son hechos por gente decente, que con espíritu liberal, exigen que se respeten los derechos de los pueblos indígenas. Están demás entonces las palabras de “maldito cobarde” para increpar a uno de los que critican tu frase.
Admiro de nuestros amigos venezolanos la forma solidaria en que han rodeado a Ajishama y lo acompañan en su lucha por los derechos de los pueblos indígenas.
A Ajishama le deseo muchos años más de vida y de lucha. Reciba un abrazo de un amigo que lo conoció por allá en los años 90 en esos andurriales de la Orinoquia que trajinan los pueblos indígenas. Usted quizás no se acuerda. No importa. Lo que verdaderamente interesa es que aquí en Colombia hay mucha gente que lo admira y valora su talante decidido. Me cautiva, cosa que echo mucho de menos en Colombia, la pasión que ha despertado su gesto fraterno y noble como arriesga su vida por los pueblos más excluidos y vapuleados de la sociedad venezolana.
A usted José Roberto le envío un saludo cordial, ofreciéndole disculpas por haber utilizado de pretexto para estas notas, una desafortunada frase suya.
Bogotá, octubre 22 de 2010
[1] Comentario de José Roberto Duque a “Razones de mi huelga de hambre” de José María Korta. El pueblo soberano.net. octubre 22 de 2010.
http://www.elpueblosoberano.net/2010/10/razones-de-mi-huelga-de-hambre/
[2] Jaramillo, Efraín: “La pluralidad étnica y la Nación colombiana”. Servindi, Lima, 4/08/2008.
http://www.servindi.org/actualidad/3756
[3] Rosero, Carlos: “Alcances, limitaciones y posibilidades de la resistencia civil”, en Revista ASUNTOS INDÍGENAS 4/03 de IWGIA.
[4] Ibidem