s El Chamán

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Mauricio Parra

Martha Lucía Carreño

Paulo Ballesteros

 

 

 

El vocablo chamán ha llegado al castellano como adaptación del término ‘saman’ de la lengua del pueblo Tungus de Siberia.

Muchos piensan que la tradición chamanística es exclusiva de los pueblos indígenas del continente americano. Sin embargo, es un fenómeno cultural muy arraigado en casi todos los pueblos del planeta. Al chamán los embera lo denominan Jaibaná, los wayúu lo llaman Outsu, los tule lo llaman Nele, los pueblos de la Sierra Nervada le dan el nombre de Mamo, los indígenas nasa del Cauca The Wala y muchos pueblos amazónicos usan el término Payé, para referirse a este también denominado por antropólogos alemanes que estudiaron las religiones africanas, como ‘medizinmann’. En Colombia, siguiendo esta usanza, también se utiliza el término de “médico tradicional”.

En América la actividad chamanística fue perseguida durante la Conquista y la Colonia por la Inquisición; en épocas recientes, los actores armados, en especial los grupos paramilitares, también los persiguieron en algunas regiones de Colombia. En la actualidad sólo los grupos más tradicionales conservan, aunque bastante disminuida, esta institución. El Chamán es un personaje muy complejo y excepcional por la cantidad de poderes y dones especiales que posee: es a la vez sacerdote, curandero, mago, “sabedor” y conocedor de la historia de su pueblo.

En el pensamiento occidental la separación entre sociedad y naturaleza lleva a entender al hombre como un ser superior, separado de la naturaleza, una naturaleza que estaría allí para proveerlo de recursos, generar riqueza y saciar sus necesidades: un “mundo salvaje” que debe ser sometido y amansado por los hombres, mientras las mujeres —también sometidas— sirven a estos.

Pero a ese ‘mito occidental’ de que los seres humanos tienen una condición privilegiada entre todas las formas de vida, y que son el punto de referencia para dar sentido al mundo, se contrapone una visión que manejan los pueblos indígenas, según la cual, los espacios que ellos habitan, también son de propiedad de otras especies de animales y de vegetales. Plantean una visión de lo social, que trasciende a las personas, y una relación de interdependencia basada en el respeto e intercambio con diferentes seres de la naturaleza, a los cuales les atribuyen un origen humano.

Estimamos que la segunda encíclica, “Laudato Si” del Papa Francisco, va en esa dirección.Para los indígenas los aspectos sobrenaturales y espirituales no constituyen realidades ajenas a su vida económica y social; de allí que vean en los mitos y creencias las explicaciones para muchos hechos de la vida social. Muchos conflictos, agresiones, enfermedades y aún la muerte, son producto de transgresiones a los órdenes establecidos en su mundo cosmogónico. El chamán desempeña la función de mediador entre las fuerzas de la naturaleza y la sociedad.

Recientemente, un equipo de trabajo que incluyó asesores de la Fundación Podion, entre otras organizaciones, realizó una visita a tres comunidades indígenas del Vaupés —Murutinga, Timbó y Bogotá-Cachivera— con el objetivo de contribuir a la defensa de sus derechos fundamentales e indagar el “estado del arte’’ de un proyecto minero en sus territorios que impactaría gravemente la vida de estas comunidades.

En el diálogo con estas comunidades se preguntó por aquellas ideas y prácticas que habían heredado de sus ancestros y que les han servido para mantener la integridad de sus territorios: prácticas que se han debilitado (y aún perdido), pero que dicen mucho acerca de cómo se debe habitar un territorio conservándolo, cuáles son los peligros que acechan a las comunidades, a qué deben temer, qué hacer en determinadas situaciones de peligro y qué deberían hacer para establecer una gobernanza en sus territorios para un ‘buen vivir’. En respuesta, la mayoría de los participantes señalaron que “añoraban” a las autoridades espirituales que orientaban la vida de sus comunidades, es decir, a sus Payés.

Richard Evan Schultes, biólogo norteamericano que llegó al Amazonas en los años 40 del siglo pasado, se convirtió en el primer ‘etnobotánico’ que reivindicó la sabiduría y los conocimientos de los Payés. Una sabiduría que se debía a que ellos le habían puesto tanta ciencia a pensar su mundo, como nosotros al nuestro. La ciencia le ha dado la razón a Schultes: No hay ningún otro conocimiento que permita conservar el Amazonas, como el conocimiento de los indígenas. El “bejuco del alma”, como llamó Schultes al yagé, es un alucinógeno de uso ritual, utilizado por el Payé para manejar el mundo de los hombres y mantener su equilibrio. Pero este reconocimiento al saber del Payé para la conservación de la biodiversidad no lo hace solamente Schultes, lo hace el Convenio de Diversidad Biológica, las Naciones Unidas y todos los que han hecho seguimientos a las estrategias de protección de la biodiversidad.

En esta conversación que sostuvimos con el antropólogo Efraín Jaramillo Jaramillo, quien hizo parte de la comisión al Vaupés, nos referimos a la “institución” del Payé, que ha sido en muchas ocasiones una figura destacada de las luchas de los indígenas por conservar sus territorios y mantener su libertad.

MP, MLC y PB/Mitú, mayo de 2019


Mauricio Parra (MP): ¿Podemos hablar un poco sobre el chamanismo, su difusión, su significado y la importancia que tiene para los pueblos indígenas de Colombia?

Efraín Jaramillo Jaramillo (EJJ): El chamanismo es una práctica muy frecuente y difundida en todas las culturas, antiguas y recientes, y por supuesto muy generalizada en los pueblos indígenas americanos. Casi todos estos pueblos tuvieron —algunos todavía tienen— personas dedicadas a estas prácticas. Bajo el concepto de chamanismos se incluyen las actividades del curandero, adivino, rezandero, visionario y místico. Es una actividad que en Occidente llaman ‘metafísica’.

Los indígenas prefieren llamarlo médico tradicional y no chamán, que es el término que utiliza la antropología. Por otro lado, el término chamán implica un aislamiento individual muy fuerte — posesión y trance—, que sí se presenta en el ‘saman’ de los pueblos siberianos y del Norte de Asia central. En los pueblos amerindios el trance no es para el médico tradicional un elemento decisivo de su actividad mística. De otro lado, el término de ‘curandero’ tampoco nos parece adecuado para caracterizar al médico tradicional, pues sugiere que es una práctica dirigida exclusivamente a curar enfermedades, que también es de su oficio.

MP: Mircea Eliade lo define como el ‘especialista (o experto) de lo sagrado’. ¿Es esta una buena definición?

EJJ: Sí, claro. Lo dice nada menos que Eliade, el célebre antropólogo estudioso de las religiones de los pueblos antiguos. Hablando con indígenas nasa, estos les atribuyen también actividades políticas a sus médicos tradicionales o The Wala, que están muy comprometidos con las luchas de sus pueblos. Esto se deriva de la historia particular de este pueblo, que exigía de sus médicos tradicionales el acompañamiento espiritual de sus movilizaciones. Los que saben de esto dicen que el médico tradicional tiene las facultades de entrar en trance y explorar otras realidades para encontrar explicaciones para las cosas que suceden en el mundo. De esta forma puede ayudarle a su pueblo a encontrar soluciones a los problemas.

Además de lo que dice Eliade, los médicos tradicionales no se abstraen, o se alejan de la realidad que viven sus comunidades. Mantienen un pie en la tierra, pues también entienden —lo enseña su experiencia—, que la solución a los problemas que tiene su grupo, no depende solamente de la capacidad para ver el mundo sobrenatural y leer los mensajes que de allí vienen, sino que depende también de su sabiduría y conocimiento que tienen del mundo terrenal. Por eso es que pueden ser también buenos ecólogos, con conocimientos de la flora y fauna de su territorio. Aconsejan por lo tanto utilizar los medios ambientales que la naturaleza les ofrece, de forma moderada para no crear desequilibrios en sus territorios que pongan en peligro las especies de animales que comparten con ellos el territorio.

Esta visión de compartir un espacio con otros seres de la naturaleza emerge, según Marguerite Yourcenar, del “antiguo pensamiento animista”. Esta visión fue desarrollándose hasta convertirse en una forma muy consciente de la unidad de todos los seres de la naturaleza, y permanece aún en muchos pueblos del planeta, aún en religiones muy desarrolladas como las orientales, y por supuesto en muchos pueblos indígenas. Según Yourcenar, “la Europa cristiana no la ha conocido, o muy brevemente, sólo en la égloga franciscana”.

Paulo Ballesteros (PB): Recuerdo haber leído en un diario capitalino un texto en el que se presentaba una imagen muy negativa y grosera de los médicos tradicionales indígenas. ¿A qué se le atribuyen estos prejuicios que los consideran como seres que hacen daño; por lo menos se los catalogue como charlatanes que engañan a la gente? ¿Por qué crees que nuestra sociedad está tan lejos de conocer, reconocer y respetar esta forma de ver el mundo?

EJJ: Atahualpa Yupanqui en una de sus canciones dice que “sólo están lejos las cosas que no sabemos mirar.” La visión ideológica que llegó con los europeos no supo mirar este mundo espiritual tan complejo y maravilloso de los pueblos aborígenes de América. Lo confirmaba Reichel-Dolmatoff, cuando lamentaba que durante estos 500 años “…ha habido una abierta tendencia a difamar y a tratar de ignorar la experiencia milenaria de la población autóctona…”

La tradición religiosa que llevaron a todo el mundo, comprendía también el mundo del “infierno”, el lugar donde habitaban los demonios, los malos espíritus; un lugar siniestro que no tenían y no comprendían los indígenas. Y ya que el Payé, es una persona que dialoga, que trata con esos espíritus, pues no siempre se trata de luchar contra ellos, sino de persuadirlos y llegar a acuerdos con ellos, entonces esta visión religiosa europea lo definió como un intermediario o representante de esos demonios. Pero debemos ser realistas. También sabemos el uso alienante que le ha dado occidente a las plantas sagradas. De la coca se extrae la cocaína, que es un negocio que está acabando con algunos territorios indígenas generando desplazamientos forzados; con razón ha sido caracterizado como el principal combustible de la violencia. Igual el Yagé, cuyas sesiones son ofrecidas en Bogotá y otras ciudades, por traficantes de conocimientos de las culturas indígenas.

PB: Entiendo, por esa vía se descalifica al Payé, generalizando el término de brujo o de hechicero para referirse a estas personas que lideran espiritualmente a estos pueblos.

EJJ: Si, esta visión etnocéntrica de Occidente abrió las puertas a la persecución de los médicos tradicionales. Muchos de ellos fueron acusados de tener pactos con el demonio y otras salvajadas que les imputan. Y no necesitamos ir tan lejos en la historia. No hace mucho tiempo un grupo armado, autodenominado Ejército Revolucionario Guevarista (ERG), secuestró y asesinó a varios Jaibanás embera en Risaralda, acusados de hacer ‘brujería’. Lo curioso es que esta visión etnocéntrica bendijo a la ciencia oficial y a la industria farmacéutica que se beneficiaba de los conocimientos botánicos de estos médicos, mientras que condenaba otras formas de ver, sentir, y curar el cuerpo humano.

Martha Lucía Carreño (MLC): Si, es una paradoja, que bajo el término “libertad”, que dio origen a las ciencias, se persiguió a los que no pensaban igual… Pero volvamos al cuento del infierno…

EJJ: Los indígenas no tienen infierno. No pueden concebir que una persona pueda ser condenada a perpetuidad al fuego. Los indígenas tienen un lugar donde habitan los espíritus. Allí están todos, los llamados buenos y los que se consideran malos. Es un lugar donde hay mucho poder y fuentes de conocimiento. Allí es donde el Payé encuentra muchas explicaciones y respuestas para los problemas de los hombres. Conocer ese mundo y su funcionamiento es de vital importancia para la supervivencia de la comunidad. En ese lugar se encuentran los antepasados, los llamados “ancestros”, los dueños de todas las cosas del mundo, de los animales, de las plantas de las montañas, de los ríos…

MP: ¿De allí se envían también mensajes y castigos a los que incurren en faltas con lo que hoy llamamos el Medio Ambiente, o la naturaleza…?

EJJ: Si, son esos dueños de los animales los que envían los castigos a los que ocasionan daños irreparables a sus comunidades, como es el de envenenar ríos, o propiciar la cacería indiscriminada de una especie o la tala desproporcionada de árboles con fines comerciales. Son esos hombres “insensatos”, los que con su mal comportamiento se acarrean estos males: se trata de castigos por el incumplimiento de las normas y deberes con la comunidad y todos los seres que conviven con ella.

MLC: Definitivamente es una función muy importante la que desempeña el Payé. El Payé es además el “dueño” de la maloca y es el que imparte justicia en la comunidad.

EJJ: Si, como podemos ver de todo lo que hemos conversado y escuchado en estas reuniones, el Payé es un líder que tiene funciones muy complejas en la comunidad. Algo muy significativo es que el Payé para poder ayudar a su grupo, pero también a las personas de forma individual, tiene que conocer los dos mundos. El de los ancestros y el de este mundo terrenal. Lo que es muy difícil de entender para los occidentales es que los dos mundos están relacionados. Y es el Payé el que se mueve entre ellos sin establecer una ruptura radical entre ambos.

PB: Entre otras cosas en la cosmovisión de los antiguos griegos y en parte en los relatos del antiguo testamento, los Dioses estaban en permanente contacto con los hombres. Los Dioses del Olimpo intervenían en las cosas de los hombres con la pasión de cualquier mortal; y a su vez los hombres se podían inmiscuir en la vida de los Dioses… pero bueno no quiero salirme del tema…

EJJ: Para nada. Importante saber que hay muchas culturas, antiguas y modernas, que comparten estas cosmovisiones. Y mucho más importante para nuestro caso es que los indígenas entiendan que es absolutamente necesario, que para su sobrevivencia como culturas diferentes necesiten rescatar y “añoren” —no sé si es el término correcto— al Payé, que es el que le da la fuerza y el aliento a la comunidad para defender su territorio. Es el “especialista” que requieren hoy. No sé si ustedes lo percibieron así de las conversaciones tenidas en las tres comunidades.

MP: Si, Paulo también insistía en sus intervenciones, que estos especialistas son compañeros de vida que anticipan los problemas y nos ayudan a mirar el futuro y tienen siempre un consejo a mano. Recalcaba también que es un especialista que nos ayuda a indagar en nosotros mismos y en nuestro pasado para seguir por un buen camino.

EJJ: Creo que esa institución del Payé es algo parecido en nuestra sociedad —guardadas las distancias, naturalmente— al psicoanalista, que recomienda que se indague en el pasado para encontrar muchas respuestas a las dolencias que se padecen hoy. Así también el Payé penetra otras esferas de la realidad para allí encontrar la guía a seguir, los pasos que hay que dar, la hoja de ruta para sanar y restablecer el equilibrio perdido. Semejante al psicoanalista, que explica el significado de los símbolos que están en el inconsciente, el Payé, que conoce la historia de la comunidad y su pasado es una fuente inagotable de conocimientos, que puede ayudar a indagar e interpretar los problemas, ayudando así a buscarles solución. Por lo menos así vimos que entendían los indígenas la figura del Payé.

MLC: Y es que los problemas que tienen ahora los indígenas son muchos y enormes. Hay gente que dice que tienen pocas perspectivas de sobrevivir por la avalancha de proyectos económicos que invaden sus territorios, como es el caso de los Nukak Makú. Cuando la coca se tomó su territorio, sonó la hora final para este pueblo. Eso puede llegar a suceder ahora con la extracción minera que se viene haciendo en territorios del Amazonas y planteando en el caso que estamos tratando en esta zona del Vaupés.

EJJ: La lucha es desigual. Y aunque los pueblos indígenas han avanzado bastante y ganado amigos, también tienen mucho camino que recorrer para evitar el colapso de sus sociedades. Pero si me permiten hacer una divagación, creo que todos los colombianos necesitamos chamanes, en el sentido de que necesitamos gente comprometida con sus pueblos, gente que, con un pie en el pasado, nos señale el futuro. Pues lo vivido tiene mucho que aportar para imaginar el futuro. Pero algo importante de entender, y eso lo señalaron los indígenas, es que se necesitan cambios y grandes, pues esta situación de incertidumbre que están sufriendo no puede continuar. El Payé es una institución herida de muerte. Los chamanes se acaban y están en peligro todos los valores positivos que encarnan.

MP: Pero también están en peligro todos los valores positivos de la sociedad. Todo puede ser vendido, depende del precio que se le asigne en el mercado. A la selva amazónica, única en el mundo, asiento de cientos de culturas indígenas, de fuentes inagotables de conocimiento, de mitos y leyendas, se le ha puesto un precio en el mercado mundial y pretenden que seamos meros espectadores de esta compra-venta y destrucción.

EJJ: Y con la selva se va también el Payé y su magia. Esta pérdida puede ser incluida en la lista de las grandes tragedias de la humanidad.

MLC: Y sin posibilidades de que estos conocimientos puedan ser traídos de vuelta. Cuando muere un Payé, se pierde con él una enciclopedia. Como no recordar en este contexto al abuelo Antonio Guzmán, conocido también como Mirí Púu (1), quien en diálogo con Lina Archila y Gerardo Laserna expresaba que: “…La antropología es un experimento externo. Los antropólogos sienten externamente su saber, pero no basta hablar, hay que entender las cosas semánticamente, para lo cual se necesita mucho tiempo. Hablar es fácil. Otra cosa es hablar con sentido, con dignidad. Allí influyen los hechos, importa el verbo que es el ciclo ‘Nisirise’: “ser-pensar-decir-hacer.”

MP: Si, una verdadera tragedia. Cuanta falta hace Mirí Púu para orientar a los indígenas en estos momentos de incertidumbre que viven. Gracias Martha, Pablo y Efraín por esta conversación.

(1) Nombre ancestral que el pueblo desana le dio al nacer y que el mismo traducía como: “viento que sopla suave, alienta y viaja de un lugar a otro”

 

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